El tema que nos ocupa en el artículo de esta quincena es bastante polémico y está en boca de todos constantemente: la privacidad. Si bien antes se podía intuir que nuestros gobiernos nos estaban espiando, hoy en día se puede decir clara y abiertamente que es una realidad. Gracias a la labor de gente como Snowden y Assange, este tipo de prácticas han quedado al descubierto y podemos actuar en consecuencia. Así pues, hablaremos de cómo nos afecta, y qué podemos hacer para evitar en buena parte que los gobiernos tengan acceso a nuestros secretos.
Todos hemos escuchado “Si no tengo nada que ocultar, me da igual que me espíen, yo soy un buen ciudadano” y no le falta razón, pero no es más que una falacia. La gente no tiene por qué estar infringiendo leyes o realizando actividades dudosas para velar por sus secretos. Es algo que tenemos garantizado en nuestra Constitución: el derecho a la intimidad y la privacidad de las comunicaciones.
El problema viene cuando agencias gubernamentales o empresas privadas espían sistemáticamente a todos y cada uno de los ciudadanos de un país. Hablamos de millones de llamadas, mensajes, correos electrónicos… Evidentemente no es labor de una legión de funcionarios analizar toda esta información, si no que se delega en manos de sistemas automáticos, que reconocen patrones y establecen criterios para considerar algo potencialmente peligroso o no. Evidentemente los algoritmos no son exactos al 100%, ya que es una labor muy compleja donde colocar el límite entre lo que es potencialmente peligroso y lo que no. Y esto nos trae a la figura del falso positivo.
Imaginemos que dicho algoritmo tiene una efectividad del 99.9999% en acertar y reconocer patrones delictivos y/o peligrosos. Esto también significa que se equivoca en el 0.0001% de los casos. Ciertamente puede parecernos una cifra totalmente irrisoria, pero cuando analizamos millones de individuos, hay una posibilidad bastante alta que a alguien le “toque la china” y se vea involucrado en un proceso administrativo sin fin para demostrar que en efecto se es inocente.
Protegerse de este tipo de prácticas es una labor ardua y que tiene muchos niveles diferentes. Para proteger nuestra privacidad podemos ir desde seguir una serie de sencillas prácticas para minimizar el riesgo, pasando por instalar nuestro propio servidor, y llegar hasta el punto de encriptar todas nuestras comunicaciones y montarnos nuestro propio nodo en la red Tor.
Sin embargo, ya hay legislación en países como Reino Unido para evitar que los ciudadanos protejan sus propias comunicaciones, abriendo totalmente la vía de la investigación sistemática de todos los ciudadanos con la mayor de las impunidades.
Algunas de las sugerencias que podemos seguir fácilmente:
Todos nuestros datos son valiosos, y tenemos el derecho que sean privados e íntimos.
El objetivo de este artículo es sensibilizar a la gente que lo lea sobre cómo de importante es la privacidad de nuestras comunicaciones. Da igual que seamos el presidente de una multinacional que factures miles de millones de euros, que seamos un jubilado que sólo usa Whatsapp para enviar fotos de sus nietos. Todos nuestros datos son valiosos, y tenemos el derecho que sean privados e íntimos.
En el próximo artículo describiremos una de las soluciones más completas para desvincularnos de las grandes compañías, y desplegar nuestros propios servicios en la nube. Teniendo el control nosotros, podemos asegurarnos que nadie va a espiar lo que hacemos y reclamar nuestra privacidad.
Ingeniero de Telecomunicación de profesión, emigrante por necesidad y geek en mi tiempo libre. Desde 2012 redactor en Un Geek en Múnich, donde intento compartir mis experiencias con todos aquellos a los que les pueda interesar. También desde 2012 colaborador en la revista Todo de Vélez-Málaga, desde donde divulgo noticias de tecnología para el público en general.
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